Al tiempo que completar una carrera tradicional se hace cada vez más caro para muchas personas en el mundo, cursar estudios universitarios se vuelve más sencillo y barato.
Ok, ya sé que parece un juego de palabras, o incluso un acertijo.
Pero no todos conocen el concepto de MOOC (Massive Online Open Courses, que significa cursos online abiertos y masivos), que gracias a las nuevas tecnologías permiten difundir el conocimiento académico sin necesidad de pagar matrículas ni de tener una titulación previa (en eso se diferencian de la educación a distancia tradicional).
Contrario a lo que mucha gente cree, los MOOC son bastante más que simplemente subir videos realizados por los profesores: los estudiantes deben participar activamente, y se otorgan certificados –con distinto grado de prestigio– a los alumnos que completan los estudios.
Los MOOC se desarrollan generalmente en colaboración entre plataformas tecnológicas especializadas, como Coursera –nacida en Stanford– o Miriada X y otros centros de conocimiento (museos, asociaciones profesionales, escuelas privadas).
El término MOOC se empezó a utilizar en 2008 para bautizar un curso de la Universidad de Manitoba (Canadá) que tenía 25 estudiantes que pagaban y asistían a clases en un salón convencional y 2.300 estudiantes gratuitos y online.
¿Irá ganando peso el segundo tipo de alumnos y estudios en detrimento del primero, o simplemente aumentará el número de estudiantes totales? Sin duda, hay lugar para la “convivencia pacífica” entre los nuevos modelos y los tradicionales.
Actualmente muchos MOOC también se utilizan como herramienta de mercadotecnia para universidades: a jóvenes de bachillerato se les facilita hacer cursos online para conocer más y mejor cómo funciona la institución a la que aspira a entrar.
En el caso de Estados Unidos, las nuevas estrategias de marketing educativo sugieren la promoción de videoblogs, presentados a manera de MOOC, para ir llevando a los jóvenes (y en algunos casos a sus padres) hacia el camino a la inscripción.
Un caso en México
Diecisiete de las 30 principales universidades del mundo tienen ya experiencias MOOC consolidadas, y en México se ha unido a este fenómeno con más entusiasmo que en otros países de América Latina, asegura Carlos Delgado Sánchez, catedrático de la UNAM.
En la UNAM han visto como el cambio afectó a algunos cursos tradicionales, aumentando las tutorías y reduciendo horas de clase, que el alumno podrá ver online.
Los videos con contenidos académicos deberán durar a lo sumo, señala Delgado, 10 minutos, que es el tiempo máximo en el que el estudiante mantiene su atención. Después conviene que realice una actividad distinta, como responder a un cuestionario, antes de seguir visualizando otro video.
Allí en la UNAM se ha creado la Unidad de Tecnología Educativa e Innovación Docente desde la cual se hace un seguimiento de la evolución de las herramientas educativas que van apareciendo, se elaboran guías de buenas prácticas docentes y se apoya al profesor en la creación de los nuevos tipos de contenidos, proporcionando la infraestructura y medios necesarios tanto en hardware como en software.
¿Puede ganar peso la figura del profesor? ¿Puede llegar a “independizarse”? La mayoría de plataformas MOOC trabajan con instituciones educativas y muy pocas lo hacen con profesores directamente.
Para muchos expertos en marketing educativo, estas alternativas, si no independencia, sí dan mucha más libertad en el planteamiento de nuevos temas no contemplados en los cursos “convencionales”, ya sea por tratarse de profesiones emergentes, por tratarse de temas que nunca han estado contemplados en los planes de estudios oficiales o de materias vistas “de otra manera” para hacerlas llegar a una determinada audiencia.
¿Es el abandono un problema?
Una de las cuestiones que más se les critica es el alto porcentaje de abandono.
Hay dos tipos de alumnos: Los que se apuntan por afición o curiosidad y los que pretenden mejorar profesionalmente. Obviamente son los primeros los que más abandonan, pero los expertos no creen que las renuncias deban asustar tanto.
Los costos no son directamente proporcionales al número de alumnos, y el costo de profesor es casi el mismo con 30 o con 20.000 alumnos, aunque está claro que es fundamental poder medir bien la tasa de estudiantes que no terminan los ciclos online.
La posibilidad de que los países en desarrollo se beneficien de los MOOC es evidente debido a que no serían necesarias a priori grandes infraestructuras.
En todo caso, y aunque no supongan una revolución en cuanto a costos y conocimiento, el balance es bueno: todo lo que sea hacer más accesible el conocimiento es muy positivo.
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